Recuerdo su forma de ser y sus características, tan únicas que son imborrables de mi corazón. Era Junio del 2007, cuando conocí a esa persona la cual poco a poco grabaría su esencia en mi corazón.
Faltaban ocho semanas para que el ciclo escolar de primer año terminara, cuando en clase de Contabilidad tuve la oportunidad de ejercer como líder un proyecto de grupo, fue donde nos empezamos a dirigir la palabra. Nuestra primera conversación fue tan inolvidable que recuerdo sus expresiones (lo cual me hace preguntarme si acaso será que realmente el primer amor en la vida, nunca se olvida), cabe señalar que yo actuaba de una manera muy seria, no quería verme tan obvio ante la situación.
La situación social (de México) era peor a la que hoy en día se vive, lo cual le daba un toque utópico. Los sentimientos como el miedo, frustración, angustia, melancolía, e inseguridad en mi mismo, eran sentimientos que me imposibilitaban expresarle mi sentir. Tome la decisión de solo ejercer amistad e ignorar mis sentimientos, era algo tan pesado, que a veces sentía las ganas de ocultarme en un abismo de soledad.
Un día, me invito a ver una película en su casa, al término de la misma me empezó a platicar de sus problemas familiares, mientras que yo trataba de apoyar su autoestima dándole mis mejores consejos que al momento se me ocurrían. Ya habían pasado dos horas, cuando un silencio profundo lleno su habitación, nuestros cuerpos poco a poco se acercaban, mi corazón parecía estar preparado para infartarse de alegría, mi cuerpo solo percibía sensaciones nunca antes conocidas, y cerrando este manjar de emociones se dio nuestro primer beso.
Ese día comenzó nuestra relación (15 de Junio del 2007) y se escribía una nueva historia de amor.
Esa relación me sirvió para aprender de mis primeros golpes de vida, puesto que me creí todo: creí por primera vez en la perfección de una persona, di el todo por el todo, y puse en riesgo mi persona por defender a quien creía única.
En septiembre del mismo año empezaba a percibir el final de mi primer amor, su actitud de indiferencia cuando estábamos juntos, sus agresiones y pretextos al vernos en algún lugar, marcaban un adiós aparentemente sin razón. Fue aparentemente hasta que descubrí su otro rostro, el cual mi amor no me permitía ver. Ahí comprendí la filosofía del egoísmo racional “para decir yo te amo, primero hay que aprender a decir yo”.
Un amor que me enseño nuevas cosas, que hoy en día trato de no volver a repetir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario